—Y estuviste muy cerca de convertirte —repone Jera.
—¿Eh? ¿Cuándo?
—Tuviste un pequeño estado gripal hace un par de días, ¿no? —menciona. Yo asiento—. Bueno, eso no fue un simple resfrío.
—¿De qué hablas?
Jera se acomoda en el sillón con un brazo detrás de mi espalda apoyado en el respaldo y con la otra mano comienza a enumerar:
—¿Fiebre alta sin ninguna explicación? ¿Dolor de cuerpo y cabeza cómo si te estuviera partiendo el cráneo? ¿Náuseas? ¿Sentimiento de estar perdida en el tiempo? —farfulla—. Dime cuando parar.
—¡Eso es síntoma de cualquier gripe! —exclamo—. ¿Cómo va a ser indicio de algún tipo de transformación?
—Normalmente, uno siente cuando se va a enfermar —interrumpe As—. Comienzas con malestares de a poco, pero todo te vino de repente y de una forma muy brusca, ¿verdad?
—Sí, pero... —balbuceo.
No puedo estar tragándome esto.
—¿Hay algo que ese te día te ayuda perturbado? ¿Te haya asustado? —cuestiona Jera.
—No. Estaba durmiendo y... —Detengo la oración al recordar la pesadilla que tuve. De repente, ya no parece una pesadilla tan extraña—. No creo que...
—¿Qué? —insiste Jera.
—Soñé con Ryden y su gemelo.
—¿Te has encontrado con Rydell? —repite, impresionado.
—Ah... —vocaliza Astrid—. Te lo iba a decir, pero supongo que con todo lo que ha estado pasando, se me ha olvidado.
—¿Te dijo algo? ¿Te hizo algo? —gruñe.
—No, no. En realidad, fue amable, aunque me dio algo de miedo.
—¿Entonces? ¿Qué soñaste?
—Fue algo loco y pareció muy real. Rydell intentó matarme junto a su hermano, luego apareciste tú y... —Jera esboza una pícara sonrisa al escuchar que ha estado en mi sueño—. Oh, cállate.
—Yo no he dicho nada.
—En fin... ellos se marcharon, pero tú... —Me estremezco de sólo recordarlo—. Estabas tan enojado, el bosque se volvió tenebroso, se escuchaban bestias y tus ojos... —Mi mirada se dirige hacia la suya—... eran rojos.
—Mmm... —musita él, pensativo. Luego le dirige una mirada a Astrid—. ¿Tú qué crees?
—Me suena a intrusión del sueño —responde ella mientras suspira.
—Sabes lo qué eso significa, ¿verdad?
Astrid se pellizca el puente de la nariz.
—Sí, lo sé —masculla.
—No entiendo lo que hablan, pero —interrumpo—, no veo como mi pesadilla está relacionada con algo de esto.
—Ha sido un hechizo. Se han metido en tus sueños para ver si se lograba activar el instinto de cambiar para protegerte de una amenaza que lucía real sin llegar a tocarte —explica Astrid.
Frunzo el ceño.
—¿Eso significa que Ryden y Rydell saben de esto también? ¿Ellos son Cambiaformas?
—Sí. Lo son —contesta el chico—. Y no que estén aquí los dos no significa nada bueno. —La cabeza me va a explotar. Y creo que Jera lo ha notado—. Venga ya, es mejor que descanses. Ha sido mucho por hoy.
—Es verdad —concuerda As—. ¿Le has avisado a tu familia? Puedes decirles que te quedarás conmigo hoy.
—Gracias... —musito.
—Te ofrecería irte a mi cabaña, pero tengo que volver al pueblo —resopla—. Si Jera intenta cualquier cosa, estoy a un llamado de distancia.
El chico la observa indignado.
—Oye, no soy un pervertido.
—Pues, lo haces parecer así con tanto comentario.
As le saca la lengua. La interacción de esos dos me saca una tenue sonrisa, pero en realidad, estoy tan cansada que hasta reírme supone un esfuerzo.
Astrid se despide de los dos y se marcha no sin antes darme un abrazo y prometerme que cuando volviera me explicaría mejor algunas cosas.
Me quedo a solas con el chico que se ha metido a la cocina para limpiar lo que hemos utilizado para comer. Mientras, le he marcado a mi mamá para avisarle —mentirle— que me quedaría con Astrid porque debemos terminar un trabajo para mañana y aún nos queda mucho por delante. Ella lo ha comprendido bien y no ha sospechado de nada extraño.
—Puedes quedarte en mi cuarto —dice Jera, asomándose de vuelta a la sala.
—¿Dónde dormirás tú?
—¿Dónde más que en mi propia cama? —Lo miro con ambas cejas levantadas—. Estoy bromeando. Dormiré en la otra habitación.
Me indica que lo siga por el pasillo.
—Realmente, no estoy de humor para aguantar tus bromas —refunfuño mientras camino detrás de él.
—Lo siento, lo siento —farfulla—. Creí que así lograría quitarte esa cara. —Abre la puerta del fondo y deja al descubierto su habitación—. Puedes usar lo que quieres, el baño está aquí al lado, hay toallas de sobra por si quieres ducharte.
La idea de un baño es tentadora.
—Gracias —murmuro.
—Ah. —Jera entra a su cuarto y se agacha frente a un mueble. Saca de ahí ropa y la tira sobre la cama—. Puedes ponerte esto. Quizá te quedé algo grande. —Se levanta y me observa. Creo que nota mi incomodidad, porque dice—: ¿Sigues pensando que somos peligrosos? ¿Qué te haré daño?
Veo en sus ojos que la sola idea de que yo pensara que le tengo miedo le molesta, o tal vez, no es molestia, es... es preocupación.
Sacudo la cabeza.
—Sé que no me harás daño. No te temo, Jera. —Suspiro—. Es sólo que... es mucho que procesar. Sigo pensando que me despertaré en cualquier momento y que todo esto habrá sido un sueño. —Bajo la mirada y veo el vendaje sobre mi tobillo. El dolor se ha vuelto a penas un pequeño escozor, pero si apoyo el pie con fuerza, vuelve como una oleada y eso me recuerda que todo esto es real—. No es fácil escuchar que lo que creí que era normal, ya no lo es. —Regreso mi vista hacia él que empieza a avanzar hacia mí—. Has puesto mi mundo patas arriba, perdóname si no vuelvo a comportarme cómo antes.
—El mundo siempre ha sido el mismo, Mack —replica en voz baja. Está de vuelta en la entrada, a mi lado, el pasillo es demasiado estrecho y siento el calor que irradia su cuerpo—. Sólo que tenías visión acotada de él. —Se encoge de hombros—. Tómate el tiempo que necesites para procesar esto. Nadie te juzgará, Caperucita.
Ahora no sé cómo sentirme respecto a ese apodo.
—Gracias.
—Estoy en la habitación de al frente por si necesitas algo —agrega—. Buenas noches.
—Buenas noches.
Y el chico desaparece por el marco de la puerta y la cierra. Yo suelto el aire que, de repente, he contenido.
